martes, 19 de octubre de 2010

La Vie Quotidienne


Saben, hay noches bastantes calmas. Como la que me cubre actualmente. La ventana abierta, un poco de estrellas nocturnas, el cálido roce del viento en mis mejillas, y algo de música cubana para fortalecer los ánimos. Pero, advierto, no estoy triste, ni melancólico, ni demás. Simplemente estoy aquí, seducido por la quietud de la vigilia amiga. Me atrae mucho su calor y sus palabras mudas. Si me pudiera inundar de silencio acaso, me inundaría de éste. Y si podría tomar el tren que irrumpe mi ventana, lo tomaría. Es un tren especial, me lleva hacia el otro extremo. Es un recorrido bastante llamativo y peculiar. Se pueden ver las medianeras, las ventanas del baño, el living y la cocina. Si por casualidad alguien pasa por el pasillo podría verlo caminar. Quizá sea la maestra plástica, o la pareja de mimos, o quizá la trapecista con sus hijos, o la madre de la trapecista. Quizá pueda ver a un gato acariciar el sillón y rogar por comida con su mirada enternecida. Podría ver a los ancianos de abajo caminar regando las flores, al hombre saludar y a la mujer fumar. Quizá escuche los gritos de los vecinos de al lado discutiendo por amor, o por basura, o por algún perro. Quizá escuche los autos pasar por la Avenida San Juan. Quizá escuche todo eso o quizá no. La noche está oscura, vacía, pero llena de ruidos. No los veré, pero están ahí, yo se que están ahí. Todavía escucho el llanto del bebé de la colombiana. O los saltos del alemán. El timbre o las risas o los pasos. Sonrío al pensar que él podría abrir la puerta lentamente, cerrarla y decir avergonzado que confundió la luz con un timbre, y enloquecer por la idea. Que esté acostado en la cama para besarlo, esperándome para llenar mi cuerpo de abrazos. Qué lindo saber, que muchos de estos sonidos siguen aquí, pero ahora descansan, y luego vuelven y vuelven. Y yo no podría estar más feliz, de que los sonidos vuelvan, y vuelvan, y me llenen. Como me llena este silencio, lleno de sonidos, lleno de mis días. Mi vida cotidiana. Nuestra vida cotidiana.

lunes, 24 de mayo de 2010

"Recuerdo"


“Recuerdo”… no, no… “Ese día, cuando ella estaba frente a”… no, tampoco… “Era un día oscuro a recordar por su sonrisa iluminada”… no, no tiene que ser una novela romántica cliché… a ver, pensemos, ¿Cómo empezó todo? ¿Qué es lo primero que imagino? Visualicemos la escena. “Una mujer muy hermosa, con pelo largo y un gorrito muy hermoso”… No, tampoco, ¿cómo voy a poner eso? Tampoco tiene que ser una novela amateur. Me voy a volver loco. Esa oración… necesito esa oración para poder empezar a realizar un tejido que sea entretenido, emotivo, para pensar, pero se me resulta tan difícil. A ver, dale, empecemos de una vez, y esta es la oración que queda. “Parecía un otoño en primavera. Ella alejándose para siempre y yo inmóvil como un claudicante. Tenía en mis manos la esperanza de que pueda alcanzarla nuevamente, pero como bien saben, las esperanzas, en muchas ocasiones se vuelven sólo ilusiones, o peor aún, frustraciones. Laura se fue una tarde de septiembre en el tren que la llevaría a un lugar desconocido, a un lugar oculto, simplemente a algún lado”. Creo que ese es el principio más adecuado para lo que quiero contar. Laura en realidad no se llama Laura, tiene otro nombre, pero ella quiere la llamen así. Dice que Laura tiene una fuerza que su verdadero nombre carece. Podríamos considerar eso como una jugada filosófica, en la que ella dice ser otra persona, simplemente por su nombre, pero no por lo que es, al cambiar de nombre, no cambia su esencia. “Ella estaba ahí, acostada frente a mí. Tenía en mis manos su mano, tibia, fuerte. Agarrándome como si no se quisiera ir. Tenía sus ojos cerrados, y una sonrisa seria. Estaba peleando con la muerte, pero a la vez tenía una cierta calma, una tranquilidad”. Bueno, sí, ya logré deprimirme, desde la inmensa cantidad de opciones que tengo para hacer en una noche de insomnio, y de melancolía, elegí la más interesante. Nadar en una botella de ginebra mientras mis momentos se iban transformando en pasado. Pero qué es pasado, ¿lo vivido? ¿Lo pensado? ¿Lo que fue y nunca más será? ¿O lo que pasó y nunca sucederá? No se, no tengo idea. Pero no puedo dormir, estoy borracho, escribiendo, recordando, divagando entre las dos opciones que determinan mi pasado, lo que fue y lo que quise que fuera.

365 días, 8760 horas y 1972 minutos pasaron desde ese momento. Parece que estoy un poco mejor, escribo, y esto realmente me ayuda.